Promesa

Por Gladis Jiménez González.

Estaba manejando la vieja camioneta que mi hermano me prestó. La temperatura era de casi 30˚ centigrados. Tenía hambre y el tráfico era una pesadilla. Mi sobrina de cuatro años estaba sentada en el asiento de atrás. Hacía unos minutos que la había ido a traer al jardín de niños. Ella estaba mitad cansada por su jornada en la escuela mitad emocionada porque era el tercer día que la iba a recoger. Después de unos minutos de estar en el carro ella empiezó a revolver y a jalar mi cabello, a lo que le dije – ¿podrías estarte en paz, por favor? – y ella en respuesta comenzó a reir, entonces agregué – estoy hablando en serio –. Y ella esta vez tapa mis ojos con sus manitas mientras yo voy !!!manejando!!! Empecé a impacientarme con ella y le dije – o paras o te doy una nalgada –, ella volvió a reir y me retó diciendo – ¿a ver? –. Escuché su respuesta y sentí como mi enojo siguió aumentando porque no encontraba la forma de tranquilizarla.
En mi desesperación una gran idea me alcanzó e inmediatamente puse manos a la obra. Tomé mi teléfono celular y le dije a mi sobrina – bien, te lo advertí, voy a llamar a Santa Claus –. Mientras iba hablando con ella la iba viendo por el espejo retrovisor y observo sus reacciones. Lo que le he dicho la sorprendió pero sólo por tres segundos. Se repuso inmediatamente y me contestó – Tú no sabes el número de Santa –. Cuando escuché su respuesta casi estallé a carcajadas, pero con toda la seriedad del mundo repliqué – !por supuesto que lo sé! – y entonces le dije mi propio número. Ella no esperaba una respuesta tan rápida y menos con el número de Santa Claus y entonces agrego – lo voy a llamar – y marco mi propio número, por supuesto nadie estaba del otro lado de la línea, solamente escucho el bip bip de mi teléfono pero aún así continúo con mi monólogo:
¿Bueno? ¿Puedo hablar con Santa Claus por favor?
Ah! Está comiendo, ¿puede hacerme un favor?
¿puede decirle que le habló Gladis? Y si es posible que me regrese la llamada. Soy la tía de Scarlett.
Sí, gracias.
Durante el tiempo que duró mi llamada Scarlett estuvo quieta escuchando mi conversación. Cuando apagué el celular ella me preguntó – ¿que pasó? – a lo cual le contesté, –bueno, tu escuchaste toda la conversación, Santa Claus está comiendo pero me va a llamar cuando se desocupe –.
Todo esto estaba pasando mientras manejaba hacia la casa de mi mamá que nos estaba esperando para comer. Con el horrible tráfico vamos a vuelta de rueda y ya me había tardado más que de costumbre.
Para mi buena suerte el teléfono suena dos o tres minutos después de mi llamada a Santa y por supuesto que yo no podía dejar pasar la oportunidad que tenía enfrente. Con el timbre del teléfono mi sobrina saltó y yo contesté – ¿Bueno? – mi madre del otro lado de la línea está entre preocupada y molesta porque ya nos hemos tardado más de lo normal y me dice – ¿dónde están? A lo que yo respondo – !Santa! gracias por llamarme, sí, yo soy la tía de Scarlett –. Mi pobre madre no entendió nada y se quedó en silencio un momento pero como buena abuela y madre percibió que yo estaba resolviendo algún problema con Scarlett. Con su silencio yo continué hablando y dije – ¿cómo se está portando? Umm– mi mamá sólo agregó – espero que se apuren – y cuelga.
En éste punto Scarlett era un manejo de emociones, primero porque Santa Claus me estaba llamándo y segundo porque yo iba a reportarle su conducta.
Mientras yo hablaba Scarlett me empezó a hacer señas con su manitas indicándome que quería hablar conmigo. Yo dije en el teléfono – un momento Santa, por favor – y dirigiendome a mi sobrina le pregunté – ¿Qué sucede? – ella con voz angustiada me dijo – no le digas nada por favor y te prometo que me voy a portar bien – la miré por el retrovisor y le contesté – no sé – y ella agregó – te lo prometo por el meñique – entonces yo le contesté – muy bien, es un trato – y regresé a mi conversación con Santa.
¿Santa? Si, Scarlett está portándose más o menos bien.
Si, voy a fijarme como se porta y yo te aviso.
¿Que juguetes quiere para navidad?
Si, yo te aviso.
Gracias por llamarme, hasta luego.

Pasé el resto del verano compartiendo mi tiempo con ella y su comportamiento fue muy bueno, por supuesto con algunas travesuras de su parte y otras de la mía. Con el fin del verano también terminó nuestra aventura y fue tiempo para que cada una siguiera su propio camino. Yo aprendí mucho de ella, más que lo que cualquier adulto pueda enseñarme a cerca de nobleza, amistad y lealtad. Aprendí a ver la vida desde la perspectiva de una niña de cuatro años.

El día de navidad le llamé por teléfono y le pregunté si Santa Claus le había traído los juguetes que quería, ella me respondió, – le pedí un perrito que camina y ladra y sólo me trajo un perrito que ladra – a lo que le contesté – bueno, tal vez necesitas portarte mejor este año – y ella replicó – eso ya lo sé -. ©

Fotografía: Fotofrontera, cortesia de: www.bancodefotos Gratis.com