El Poder de la resiliencia

Por María Teresa González Osorio

Psicóloga

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Quizás para algunos, la palabra resiliencia sea novedosa. Este concepto empezó a usarse en la psicología a partir de la ingeniería, que significa, “la magnitud que cuantifica la cantidad de energía que absorbe un material al momento de romperse por un impacto” (http://definición.de/resiliencia/). Llevado al plano psicológico, resiliencia o resilencia “es la capacidad de una persona o de un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro”

En otras palabras ¿Cómo respondemos ante situaciones difíciles, tragedias, amenazas o eventos traumáticos? ¿Cómo nos adaptamos, cómo superamos y cómo logramos resignificar dichos eventos para seguir viviendo?

Esta capacidad se desarrolla a partir de varios factores: el ambiente social, el apoyo familiar, la educación y la autoestima. De hecho, me atrevo a decir que tú posees en algún nivel esta capacidad resiliente, porque has llegado a esta fase de tu vida a pesar de circunstancias adversas, ya que la vida te ha puesto desafíos que de algún modo te han apoyado a sacar tus fortalezas o cualidades que desconocías en tí. Por esta razón es importante apoyar a los infantes a desarrollar una sana autoestima: el sentirse queridos, aceptados, valorados por lo que son, el reconocerles sus cualidades, el motivarles a que logren sus metas, el enseñarles a tolerar la frustración, son algunas de las acciones que podemos hacer para que crezcan con resiliencia.

¿De qué otra manera podemos desarrollar la resiliencia en nosotros(as) mismos(as)?

Cuida de tí: reconéctate con tus necesidades y deseos y procura satisfacerlos. No esperes a que otros satisfagan lo que tú necesitas. De hecho, ellos tienen el derecho de hacerlo o no, pero tú eres el responsable de tí. Realiza actividades que te causen placer. Ejercítate a nivel físico.

Establece relaciones nutricias: mantener relaciones afectuosas con miembros de la familia, amigos y/o pertenecer a un grupo, organización o comunidad donde exista apoyo mutuo, proveen un sostén social y la valoración como persona.

Realiza acción(es) positiva(s) a otros: Aunque de alguna manera está relacionada con el punto anterior, ésta es más específica. Algunas personas le llaman “hacer una buena acción”. Puede ser una ayuda humanitaria o un servicio a tu comunidad , colonia, vecindario o persona -conocida o desconocida- que requiera alguna ayuda y que tú puedas ofrecerla de manera gratuita. ¿Por qué gratuita? Porque tendrás la satisfacción de hacer algo para ayudar sin pedir recompensa y ello te lleva a sentir que no todo se logra con dinero; lo que has hecho es por lo que tú eres.

Desarrolla la autoconfianza: recuerda que ésto es un proceso, sin embargo empieza a reconoce tus cualidades y talentos. Al mismo tiempo que, puedes reflexionar en las cualidades que deseas desarrollar. Crea una visión positiva de tí.

Define tus metas y objetivos y ve tras ellos: tener claro lo que quieres en la vida, te apoyará a ver con más claridad tus recursos internos, a encontrar sentido a tu Vida. Los objetivos deben ser realistas y no expectativas inalcanzables. Trabaja en las estrategias: ¿Cómo lo lograrás?

Ten presente que la Vida es cambio: no hay nada estático y que la vida es como los vientos en la mar. Tú el capitán que dirige el velero de tu propia vida. Si hay vientos fuertes, el capitán tiene que colocar la vela de acuerdo a la dirección del viento. Esta capacidad de adaptarnos a los vientos fuertes o tempestades será un buen signo de que estamos en el camino de la resiliencia.

Estas son algunas de las muchas acciones que puedes llevar a cabo.

Y como dijo Don Quijote: “Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”.