"Aguas de Marzo*". Descubriendo nuestro Ser

maltrato mujer

Por María Teresa González Osorio

A propósito del día Internacional de la Mujer, celebrado el pasado 8 de marzo, quiero compartir con ustedes este relato, esperando sus comentarios.

Por María Teresa González Osorio

El reloj despertador sonó a las 5:30 a.m. Elvira se levantó como de costumbre; sigilosamente, para no despertar a los hijos y a su esposo que aún dormían. Se dirigió a la cocina a prepararse una taza de café soluble, asi como el desayuno de su familia y la comida que dejaría ya lista antes de irse a trabajar  no sin antes lavar los trastos sucios de la cena anterior. Mientras lavaba, Elvira recreaba en su mente un paisaje cálido y lejano. Mar, mar era lo que necesitaba, trozos de agua salada bañando su cuerpo, tirarse en la arena blanca de la playa. Secó sus manos para continuar con la labor del día, de ese día que se parecía a todos los días, haciendo las mismas cosas, que con el paso de los años, se había convertido en una rutina fastidiosa.

Se vistió presurosa observándo en el espejo las nuevas formas que su cuerpo había ido adquiriendo con el correr del tiempo; el lapiz labial dejaba entrever unos labios resecos y pálidos que ya no sonreían como antes y su mirada hacía tiempo que ya no tenía aquel  brillo que cautivaba. Se la veía cansada; desde hacía tiempo no deseaba arreglarse. Sin embargo, salvo ella, todo cuanto rodeaba la casa resplandecía de limpieza. Sus noches románticas de años atrás se habían convertido en noches de limpieza y orden; era el único tiempo que tenía para asear la casa, cuando los niños ya dormían y su esposo se sentaba a ver la televisión.

De repente olió a quemado, y su mente nuevamente se dejó transportar por el recuerdo del arroz con leche que hacía su madre. La madre que le había enseñado sin saberlo cómo vivir en exclusiva y a tiempo completo para la familia y olvidarse de sí misma, cómo trabajar largas horas en la casa y con los hijos renunciando al descanso y además cumplir con las funciones de “mujer” en la intimidad con su esposo. Aprendizajes heredados y por primera vez se preguntó si eso era lo que deseaba hacer el resto de su vida. No había alguna otra posibilidad? Sería eso mismo lo que estaba enseñándoles a sus hijos sin saberlo ella? Aún no encontraba respuestas para todas las preguntas que le empezaban a rodar encima; se sintió descubierta cuando su esposo aún en pijama se le acercó susurrándole al oído “Felíz cumpleaños mi chiquita”. ¿Por qué le empezó a incomodar la palabra “chiquita”? tantas veces la oía de él y ahora, precisamente ahora, esa palabra dejaba de gustarle. Mientras sus pensamientos se diluían, él le cantaba al oído una canción de Antonio Carlos Jobim “Son las aguas de marzo cerrando el verano. La promesa de vida en tu corazón”.
Unas lágrimas rodaron por las mejillas de Elvira y tampoco supo por qué.

* Título que lleva el mismo nombre de  la canción, cuyo autor es Antonio Carlos Jobim