Pequeñas acciones: grandes cambios. Hacia una equidad de género

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Hace apenas ocho años se publicó en México la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, de entonces a la fecha se han realizado acciones tendientes a erradicar dicha violencia, así como impulsar programas de equidad de género. Sin embargo, se sigue observando una falta de coherencia entre la ley y la práctica en nuestra sociedad.
La violencia contra las mujeres no sólo es un problema social sino también de salud pública. Según estadísticas, el 67% de las mujeres mexicanas mayores de 15 años sufre algún tipo de violencia (física, psicólogica, económica o/y sexual). Y el 47% de las mujeres sufre violencia de pareja.1

La violencia y discriminación hacia la mujer se manifiesta en nuestra sociedad de múltiples formas, unas más visibles que otras: salarios diferentes para trabajos iguales en perjuicio de la mujer, el trabajo que se le exige a ella en las labores de la casa y de cuidados a los infantes, como si fuera una labor propia y exclusiva de la mujer; menor participación de la mujer en asuntos de la vida pública; la explotación del cuerpo femenino como objeto de consumo y decoración, actitudes de hostilidad y burla hacia comportamientos femeninos, hasta el lenguaje sexista y excluyente que usamos (Por ejem. Se habla de Padres de familia y no de madres de familia), entre otras.

Todas las manifestaciones de violencia obedecen a múltiples factores pero se intensifican cuando el contexto sociocultural las justifica, promueve o tolera. Esta desigualdad en las relaciones entre hombres y mujeres es un campo propicio donde sigue perpetuandose la violencia y conlleva a formar y reforzar creencias y estereotipos de género, es decir, qué se entiende por femenino y por masculino; en otras palabras ¿Quién, qué y cómo debe ser una mujer y quién, qué y cómo debe ser un hombre? Estas directrices son impuestas por una cultura patriarcal y que se reproducen en todos los ámbitos de la vida cotidiana: Familia, Escuela, Iglesia, Estado, Medios masivos de comunicación, etc.

¿Qué podemos hacer? Un factor axial es la educación y sensibilización en el estudio de la equidad de género. En la vida cotidiana podemos:

Modificar el lenguaje, las actitudes y comportamientos sexistas.
Reeducar a las niñas en comportamientos no sumisos.
Reeducar a los niños y varones en las tareas que han sido socialmente impuestas a la mujer.
Reeducar a los niños en comportamientos no violentos.
Promover la permanencia de las niñas en la escuela.
Promover juegos y ofrecer juguetes u objetos lúdicos sin atributos de género estereotipados.

Y tal vez, con esta propaganda consumista de que, Mayo es el mes de la madre, podemos reflexionar sobre la mujer y madre que verdaderamente deseamos ser y no lo que se nos ha impuesto de manera inconsciente, sistemática y por tantos siglos. Somos capaces de crear un ser humano nuevo. Es tarea de todas y todos crear y aplicar actitudes y prácticas de equidad ¡Ya!