Por una cultura de No Violencia

Por Emilio Díaz-Miranda


Al inventor de la rueda lo tacharon de loco. Cómo cambiar el tradicional y primitivo medio de transporte de arrastrar o cargar a hombros, etc? Eso era un sueño, una locura, una utopía… Pero hoy todos vamos sobre ruedas.

El sueño humano de volar fue tenido también por imposible. Recordernos que fué un Leonardo Da Vinci quien imaginó los primeros aparatos voladores. Y hoy cruzamos los aires diariamente de continente a continente. Incluso llegamos a la Luna y circundamos el planeta azúl con nuestros satélites.

Hay algo más primitivo y tradicional que la guerra?

La guerra es la expresión máxima de la violencia organizada. Y acompaña a la cultura del patriarcado desde sus comienzos, Tal hecho hace que muchos desesperen o se vuelvan escépticos ante la idea de una paz duradera. Dicen que es una utopía

Y yo digo que la paz es posible y necesaria.

Es en los períodos de paz donde la creatividad humana se expresa y expande, mientras que en la guerra domina la destrucción, el odio y la muerte. La paz es necesaria y tenemos la obligación de construirla y conservarla, porque la paz no es fácil en un mundo de violencia. Esta obligación es un imperativo categórico en el mundo actual.

Aristóteles hablaba del hombre como “animal político”, y así es aunque algunas veces tengamos la impresión de que resulta más animal que político. Erich From hablaba del hombre moderno como de un neurótico.

Al individuo (o Sujeto) no se le puede ver separado de otros Seres Humanos, en tanto que se construye en sociedad; ya lo decía Carlos Marx y lo repiten muchos sociólogos modernos: la esencia humana no es algo abstracto, inherente a cada individuo, es en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales. Y los motivos que determinan la actividad social e individual se encuentran, en última instancia, en sus condiciones materiales de vida.

El “Viva la Muerte” (lema de la Legión fascista del general Millán Astray) que oímos en el pasado por nuestras tierras españolas, aparece ligado al concepto de destructividad, necesariamente ligado a su vez con el concepto de necrofilia que Fromm comenzó a elaborar a partir de 1964. Se debe precisar que la necrofilia no solo hace referencia al amor por la muerte física y la destrucción, sino también a la muerte psíquica. A todo lo que vaya en retroceso en la vida espiritual y en la actitud del Ser Humano respecto a si mísmo y a su entorno.

Cuando he afirmado que el conocimiento de sí mismo es la via para evitar frustraciones y comportamientos violentos no he dicho nada nuevo, pues ya en la Grecia clásica aparece en boca de Sócrates el “conócete a ti mismo” como primer mandamiento filosófico. Y una vez
llegados a este conocimiento vienen los proximos pasos, entre otros el de entender al Otro en su “otridad” o diferencia, bien sea ese OTRO un hombre o una mujer, un budista o un musulman, un africano o un asiático, un habitante de los suburbios o un profesor de Universidad.

El doctor Claudio Naranjo, maestro mío en sus cursos SAT de transformación personal y uno de los sucesores del genial Fritz Perls, creador de la terapia Gestalt, ha hablado de la necesidad de “cambiar a los educadores para cambiar a la educación”. Para decirlo con palabras mías: es bien difícil si no imposible que un educador nazi en sus convicciones y actitud pueda inculcar una ideología y una actitud democrática y liberal.
Sólo cuando tal educador ha incorporado los valores y actitudes democráticas mediante un proceso de transformación personal es cuando empieza a ser posible el cambio.
Sólo una persona despierta puede entender a otro que está despierto, pero también sólo una persona que tiene una profundidad espiritual puede entender lo que al otro le falta. Esto se podría traducir a términos terapéuticos, en que la persona que a través de un conocimiento de sí mismo, de su progreso humano, está más avanzada, entiende lo que al otro le falta.

Y de los individuos singulares se pasa a los grupos, asi empezaron Buda, Jesús de Nazaret y Mahoma» Asi también Marx, entre cuyos textos destaca la carta a Arnold Rüge, escrita en septiembre de 1843, en la que Marx reitera que no se trata simplemente de luchar por una nueva so-
ciedad que sutituya al capitalismo, ni tampoco de la emancipación de la clase obrera. Marx insiste en que estamos en los inicios de un despertar de la especie humana, Como dijo Engels más tarde: para el conjunto de la especie humana se trata de pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad, de liberar la totalidad de las potencialidades que el ser humano contiene en sí mismo y que se encuentran amordazadas desde la Prehistoria debido, primero, al débil desarrollo de las fuerzas productivas y de civilización y después, a la existencia de la sociedad de clases.

En nuestro mundo actual el desarrollo de las fuerzas productivas es inmensurable, pero también su concentración en pocas manos y su desvio hacia actitudes violentas y destructivas.

En nuestro mundo actual, y en el mundo pasado, no se podía pasar del reino de las necesidades al reino de la libertad porque no se era consciente de la necesidades reales que se tenían. Se vivía hacia fuera, fuera de sí mísmo, enajenado de sí, adoptando máscaras sociales y roles que aparecían como exitosos.

La cuestión es llevar una vida buena, feliz. Para ello hay que superar los miedos que nos atenazan. Especialmente el mayor de todos ellos; el miedo a la muerte, la propia o la de los seres a los que queremos. Mientras estemos atenazados por el miedo no podemos acceder ni a la libertad ni a la generosidad.

El gran psicoterapeuta Marshall B. Rosenberg de quien he podido ser discipulo en su metodo de la comunicación no violenta, menciona al pensador hindú Krishnamurti que considera que la forma más elevada de inteligencia humana es la de observar sin evaluar, o sea sin calificar o valorar moralmente como bueno o malo lo observado.

La Comunicación no-violenta la inició Marshall Rosenberg hace más de treinta años y nos envuelve en un proceso de reflexión y aprendizaje acerca de la manera habitual de comunicación y los recursos que permiten tomar la interacción más efectiva, de acuerdo a los principios y valores de cada uno.

Su obra apunta a la identificación de las formas de actuar individuales que incrementan el conflicto y la desconexión, a fin de potenciar un entendimiento armónico y cooperativo que responda a las reales necesidades de expresión. Para ello Rosenberg presenta distintos escenarios, partiendo de una serie de interrogantes tales como: Qué hacemos cuando estamos totalmente en desacuerdo con los argumentos que nos plantean? como logramos reparar la angustia y desesperanza de alguien a quien queremos ayudar?.

La comunicación no-violenta nos enseña a tener en cuenta nuestras necesidades, a no confundir sentimientos con necesidades o pensamientos con sentimientos y partiendo de ahí acceder a una nueva comunciación que nos permite entendernos y satisfacer nuestras necesidades entendiendo asímismo al OTRO y sus necesidades.

El proceso de aprendizaje no es ciertamente fácil, rodeados como estamos en una cultura del culto a la violencia (cine, televisión, noticiarios, etc.), pero es posible y necesario si queremos ser honestos con nosotros mismos y hacer frente a los desafíos de todo orden que se nos presentan: catástrofe ecológica, guerras, violencia de género o familiar, etc. El trabajar por un mundo en que predomine la cultura de la no-violencia es un compromiso libre y voluntario que obedece al imperativo categórico de Kant de lograr ese mundo mejor no sólo para nosotros mismos sino para nuestros hijos y la generaciones futuras.