Comprensión y solución de conflictos en la pareja

Dentro del ciclo “Educar, Educándonos” que se llevó a cabo en la Universidad jesuita Iteso, en Guadalajara, México, el pasado junio, presentamos la conferencia que dictó el Maestro Caballero, con la debida autorización del autor.

Por el Mtro. Rogelio Caballero
Lo que planeamos es la boda, no el matrimonio y hay una gran diferencia entre planear una boda y planear un matrimonio. Soñamos con esa gran relación pero no nos preparamos para ella. Damos por hecho que como nos queremos tanto y nos sentimos tan a gusto el uno con el otro -fase de enamoramiento- la relación va a funcionar; sin embargo, esto no es verdad.

Por Chöprueba

Con esta premisa, el 50% de las parejas no la va a hacer y van a terminar lastimándose, dejándose o divorciándose. Entonces tendríamos que prepararnos si queremos que la relación funcione, porque si confiamos sólo en que tú y yo nos queremos mucho y que esta sensación de bienestar, que tenemos en el enamoramiento, va a durar para siempre, es una fantasía muy absurda.

El conflicto es parte de las relaciones humanas porque somos diferentes; porque tú vienes de una familia y yo de otra, porque creo en determinadas cosas y tú en otras, porque tú tienes un programa mental y yo otro. La gente sana discutimos, argumentamos, nos peleamos porque estamos sanos para defender nuestros derechos, lo que creemos que es justo o correcto o simplemente porque es lo que yo creo o siento.

Cuando somos niños, los papás nos muestran cómo resolver los conflictos y generalmente lo hacen de una manera espantosa y por eso escuchamos frases como:

– Ya me tienes harto…
– No sé que voy a hacer contigo…
– Síguele y le voy a decir a ese viejo que te lleve…
– Le voy a decir a tu papá cuando llegue…
– Un día de estos tú me vas a matar…
– Ya no lo quiero por feo y por desobediente…
– Síguele y te dejo encerrado…

Estas soluciones que desde niños empezamos a escuchar de la gente en que confiamos, mamá y papá, están cargadas de amenazas, de desprecio, colocan miedo en el niño y todo para que se vuelva obediente y no dé lata. Estas frases después las traemos a la relación de pareja como si siguiéramos creyendo que el amor es un acto de sumisión y obediencia, en lugar de un acto de libertad y alegría.

Conflicto: un asunto de intimidad y libertad.
En la relación de pareja podemos observar una interesante paradoja: a mayor intimidad, mayores problemas vamos a tener con el otro.

Según Jorge Bucay, la intimidad es la elección que hago de clausurar mi miedo y mostrarme tal cual soy ante ti.
Eso es volverme íntimo contigo: no voy a parecer lo que no soy; no voy a decir lo que tú quieres escuchar; voy a ser lo que yo soy y te dejo la responsabilidad enorme y sagrada de que tú decidas si quieres quedarte con éste que yo te enseño y que soy. Pero no me empieces a decir que “yo no debería… que yo no tengo qué…qué tu no sabes por qué yo….”
Yo te voy a decir y te voy a mostrar quién soy y te dejo a ti en la libertad de que decidas si quieres estar o no conmigo.

Eso se llama libertad de elección en la pareja y genera compatibilidad: yo te gusto como soy y tú me gustas como eres pero yo no tengo que ser como tú quieres para que me quieras y viceversa.

Mientras más íntimos nos volvemos más problemas tenemos porque somos diferentes, pensamos diferente. El problema de que tú y yo seamos diferentes nos crea a la vez una oportunidad. Yo voy a conocer algo que no conozco y que está en ti y viceversa, vamos a poder crecer.

El autor de El Principito, Antoine de Saint-Exupéry, menciona: ”Cuando disientes de mí, me enriqueces… cuando no estás de acuerdo conmigo, me enriqueces…”. Pero las personas no vemos que cada uno de nosotros crece a través del otro.

agresionLo que lástima, lo que separa, lo que divorcia a las parejas no son los problemas que tienen, esos son naturales a la relación, sino las soluciones que dan a esos problemas. Hay maneras saludables de resolver los problemas y otras muy estúpidas.

Algunas malas estrategias que adoptamos las personas para no generar conflictos, son:
– Hombres bulto. Los hombres guardan silencio y no “hacen olas”, no discuten, fingen “morirse” para no generar problemas.
– Mujeres sumisas. Para evitar conflictos y que el hombre no se moleste, la mujer se convierte en aquella que él quiere que sea para que no se enoje. Así, va perdiendo su frescura, va perdiéndose ella para convertirse en aquella que él quiere que ella sea. Estas personas acaban en una depresión espantosa porque no hay nadie adentro. La mujer está vacía de sí misma.
– Voltear a Dios. Esto es dejar la solución del conflicto en alguien más, sin tomar ninguna responsabilidad o acción propia para resolver los problemas. Muchas veces, en lugar de resolver sus problemas, la pareja empieza a relacionarse con otras personas.

Estas estrategias lo único que hacen es sostener una situación dolorosa, disfuncional y más si hay hijos. Todas estas “soluciones” absurdas que mucha gente hace, no sirven para nada. Lo que toca es crecer, madurar, y resolver el conflicto.

Hay un aforismo en psicología que dice: “Todo lo que a ti te pasa, te des cuenta o no te des cuenta, tiene que ver contigo, tiene que ver con quién eres.”

¿Tú cómo resuelves tus problemas de pareja?
¿Qué haces?
¿Desde cuándo tienes problemas de pareja?
¿Cuánto tiempo ha pasado?

Estas cuestiones uno no se las hace y uno tendría que entender que lo mejor que te puede pasar, si no estás disfrutando en tu relación de pareja, es saberlo.

¿Conoces lo que le molesta a tu pareja?
¿Sabes cuál es el dolor que le generas a tu pareja sin darte cuenta?
¿Tienes conciencia de lo que tú haces y que le “pega” a tu pareja”?

Si no lo sabes, tienes un problema. Es imposible resolver lo que no sabes, es imposible cambiar lo que no aceptas y mucha gente juega ese juego. En lugar de conocer lo que sucede en su relación, las personas prefieren hacerse las víctimas y así no resuelven nada.

Virginia Satir, eminente terapeuta familiar, decía: “El conflicto es propio de los seres humanos. Mientras se maneje bien acotado, en donde no hay agravios, no hay violencia, el sufrimiento se reduce al mínimo y podemos, en ese toma y daca, crecer. Cada vez que tú y yo discutimos, cada vez que tenemos un conflicto, nos enojamos y el hilo de plata que nos une a ti y a mí se rompe, perdemos la conexión, el vínculo amoroso, y luego discutimos y ponemos sobre la mesa nuestras realidades, nuestras creencias y al comprendernos y comprender la causa del problema nos volvemos a unir y entonces a ese hilo de plata que nos une, le hacemos un pequeño nudito; pero cuando hacemos el nudito, el hilo se hace más corto y si volvemos a tener otra discusión y se rompiera el hilo y lo volvemos a juntar a través de un nudo, ese hilo se hace más corto y paradójicamente, tú y yo nos acercamos más”.

Lo que ocurre a través de enfrentarnos de la manera correcta en una discusión, es que el hilo que nos une se está haciendo más corto y paradójicamente tú y yo nos acercamos más, y nos acercamos más para estar de acuerdo o para descubrir que nos hemos escogido mal. Pero eso sólo se puede hacer en la medida en que uno va cerrando la brecha entre tú y yo para conocernos mejor.

Muchas parejas viven eternamente en el conflicto porque ellos nada más se contentan o se reconcilian, pero no resuelven el problema y por ello volverá a aparecer. Conflicto no resuelto, va a volver a aparecer. Cada vez que un conflicto queda abierto en la relación, la relación lo va a resentir en algún momento.

Para resolver los conflictos
Generalmente, las personas no podemos resolver conflictos y esto tiene que ver con quién creo que soy yo, quién creo que eres tú, qué idea tienes y tenemos de un conflicto.

Desde niños nos dicen “no te pelees”, pero si nos estamos peleando por la razón correcta está bien, porque si no, llegamos a adultos y si no nos sabemos pelear de manera correcta o nos vamos a clausurar en un silencio eterno, o nos vamos a molestar, pero no vamos a resolver nada.

Todos andamos queriendo resolver lo que no comprendemos y se requiere primero comprender por qué te enojas, por qué clausuras tu afecto a mí, por qué no me hablas, por qué no me invitas, por qué no me tocas, cuál es tu dolor…

Cuando cambiamos la perspectiva de “eres un tal por cual”, a ¿cuál es tu dolor? damos un gran paso, porque hemos dejado de pensar en nosotros para pensar en el otro. Y entonces, quizá, concluir que lo que estamos viendo que nos afecta y nos duele, empezó primero en el otro.

Si yo me atrevo a decirte a ti que tengo un problema, ¿qué es lo mejor que puedes hacer? Preguntarme cuál es mi problema y así tenemos la oportunidad de desmenuzar el problema y ver qué podemos hacer para resolverlo. Pero primero tengo que atreverme a decirte que tú y yo tenemos un problema.

¿Cuántas veces te has abierto a la posibilidad de escuchar al otro en su dolor?
La clave está ahí. La gente anda buscando que el otro cambie, que el otro se modifique y se vuelva bueno; pero si existe esa posibilidad será cuándo él quiera, cuándo el lo decida.

Lo único que puedes cambiar, modificar y alterar en tu relación de pareja es a ti.
Y como la relación de pareja es un baile, cuando tú cambias de paso, tú cambias el ritmo, si el otro todavía quiere bailar contigo cambia el paso. Puede ser que cambie el paso, puede ser que te lleve a sentar, puede ser que baile con otra, que baile el paso anterior, o que se salga de la fiesta. Hay muchas posibilidades, pero si tú no cambias el paso, el baile no se resuelve, el conflicto no sale a la luz.

Lo que queremos es que el conflicto salga a la luz y ya después vemos para donde corremos, pero queremos hacerlo evidente, que dejemos de jugar a “aquí no pasa nada”.

Hay tres posibilidades cuando reconoces que hay un problema:

a) Resolver el conflicto de la manera equivocada. A través de agresión, crítica, desprecio, silencio… Aquí no se resuelve, sino que se complica.
b) Nadar de muertito. Jugar el juego de “aquí no pasa nada.. aquí todo está bien.. mientras yo esté calladito no hay bronca, mientras no te contradiga, no hay bronca..”. Aquí tampoco se resuelve nada.
c) Iluminar el dolor. El conflicto muestra dolor. Cuando me peleo contigo es que algo me dolió y la reacción que yo tengo ante el dolor; mientras más reactivo sea, más dolor tengo. Si tú pierdes el miedo a enfrentar tu dolor, o el dolor del otro, es probable que puedas resolver las situaciones.

Mejor hablemos del conflicto, quitémonos la careta, ni tú ni yo somos malos, ni tú ni yo somos víctimas, sólo somos dos seres humanos que en este momento pensamos diferente, sentimos diferente o nos duele diferente.

Yo prefiero trabajar la relación de pareja como los programas de alcohólicos anónimos: un día a la vez. Es más fácil aventarme este día y decir “por este día no me voy a molestar; nada más por este día no voy a criticar, voy a ser un tipazo”…

El propósito del conflicto
Tenemos que comprender que el conflicto cumple un propósito. El caos siempre precede a un nuevo orden. A veces las relaciones que están estancadas, necesitan del caos para rehacerse. El caos precede siempre al nuevo orden.

El conflicto muestra nuestras áreas de fragilidad. Dice la máxima aristotélica “conócete a ti mismo”, nada más que conocerse a sí mismo está muy difícil porque el ojo no puede ver al ojo, necesita uno un espejo. La relación de pareja es el espejo ideal para que tú te conozcas.

El conflicto es un resonar de problemas viejos que no están resueltos. La relación de pareja te los muestra. Gracias a ese conflicto puedes llegar a ver todo aquello que viene de muy lejos y de muy atrás y que aún no has resuelto, y gracias a tu pareja tienes acceso a ellos porque están en la mente inconsciente.

Recordemos que todo conflicto al que se le saca la vuelta, deja una sombra sobre la relación y te va a perseguir. Todo conflicto no resuelto y que le dolió a uno de los dos, va a generar “cobranza”: “me quedo con el dolor, con las tripas hechas nudo y luego te lo cobro”. Hay parejas que viven en cobranza por siempre, porque no resuelven nada, porque están resentidos. El resentimiento genera cobranza.

Tenemos que admitir que cuando hay un conflicto, hay cosas que se resuelven al cien por ciento, con inteligencia, dedicación, amor; hay cosas que nunca se van a resolver y hay cosas que se van a quedar a la mitad. Esto es, admitir que hay problemas que son míos; problemas que son tuyos y problemas que son de Dios.

Tendríamos que admitir que hay parejas que van a resolver sus problemas; otras que van a resolverlos a medias y otras que no los van a resolver y ahí tienen que dejar la relación. Pero dejarla de buena manera, dejándole un besito al otro en la mejilla para irse sin odio, sin rencor, sin resentimiento, sin dañar a los hijos.

Cuestión de autoestima

Cortesía de Esther C.
Hay personas que tienen conflictos para relacionarse consigo mismos. Viven peleados consigo mismos y cuando eso sucede pues se pelean con todos.

Autoestima es esa capacidad que podemos desarrollar y elegir si así lo queremos, para darnos cuenta de toda aquella luz que tenemos en el quiénes somos ahora.
Todos tenemos bendiciones, que tengamos ojos para verlas es diferente, pero todos tenemos áreas buenas y hay que celebrarlas.
En el club de los humanos, todos tendremos una sombra que cargar y que es esa parte que aún no puedo superar y que me cuesta hacerlo.
Por ello, habría que desarrollar un poco de compasión hacia mí mismo por todo eso que aún me duele de mí. Tengo que aprender a perdonarme todo lo que no puedo hacer, tengo que ser más generoso conmigo a pesar de… no cuando sea perfecto, sino ahora, ahí está la clave de la autoestima.

Nadie puede dar lo que no tiene. Si no me quiero yo, cómo te voy a querer a ti. Tendríamos que empezar a darnos a nosotros; preguntarnos: cómo puedo ayudarme y después colocarlo en la relación, con generosidad porque cuando yo me doy a mí con generosidad, quizá esa generosidad me sirve para darte a ti.

Así, puedo darme cuenta de que no eres tan diferente de mí. Tu también quieres lo que yo quiero, tú también quieres sonreír más tiempo que estar triste, es lo mismo que yo quiero. También quieres que me dé cuenta de las cosas que haces bien y quieres un poco de reconocimiento, de valoración… igual que yo. Quieres no sentirte amenazado, rechazado… igual que yo. Quieres más ratos de alegría, quieres más ratos de sonreír a mi lado… igual que yo. Igual que yo también quieres sentirte amado.

Cuando logre comprender eso, sucede algo mágico. Cuando vemos al otro como nuestro igual, otro humano como yo, falible y luminoso, es que puede descender sobre la relación de pareja eso que se llama: gracia.

La gracia desciende sobre la relación cuando tú y yo somos simplemente dos humanos que nos encontramos en el camino o quizás, como lo dijo un hombre bueno hace 20 siglos: “todo lo que hagáis con el más pequeño de tus hermanos, me lo hacéis a mí …”